martes, 19 de junio de 2012

Ssil en Lo que quieras leer hoy

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Donde siempre es Otoño no era la historia que yo me esperaba. De nuevo, Ángeles rompe con mis esquemas y nos presenta una novela alejada de tópicos y clichés, empezando por un protagonista muy alejado del  ideal de hombre perfecto al que estamos, quizás, demasiado acostumbrados, y siguiendo con una trama cuya progresión no sigue la línea habitual (la novela está repleta de picos de emoción y es muy difícil parar en algún punto para respirar y coger fuerzas, porque, creedme, son necesarias).


En esta ocasión poco quiero decir sobre el argumento de la historia, no quiero desvelaros mucho porque es una historia que cada lector tiene que descubrir, asimilar e interpretar.

Ian O´Connell parece poseerlo todo: tiene éxito, dinero y fama (es un reconocido escritor de novelas románticas), es atractivo y carismático, y pronto va a casarse con una buena chica de sociedad que le idolatra. Su vida es perfecta, posee todo cuanto desea (incluidas las mujeres) y tiene muy claro cuáles son los senderos por los que su vida va a transcurrir. Pero el destino tiene una opinión distinta sobre esto último, y se lo hará saber con la aparición de Elizabeth Salaya. Ian conocerá a esta misteriosa y bella mujer en Crystal Lake, lugar al que se retira cada año para encontrar inspiración y dar rienda suelta a su pluma, y ella será su musa, dejando una huella imborrable en el alma de este canalla.

Donde siempre es Otoño es una novela distinta, no la encuadraría dentro del género romántico adulto, lo que no significa que no sea una novela romántica. En mi opinión, gran parte de las novelas que se escriben contienen una historia de amor, de una u otra forma. En esta ocasión, vamos a conocer un amor doloroso, difícil, sufrido, que va a desgarrar a los personajes y a nosotros, los lectores.

Ángeles Ibirika se arriesga al colocar como protagonista a un hombre como Ian O´Connell, con un perfil tan poco atractivo (infiel, canalla, cínico…), y pasa con éxito la prueba. Ian será quien lleve todo el peso de la novela, veremos su increíble transformación (la de un hombre que lo tiene todo en la vida y que cuando de verdad desea algo no puede tenerlo), y será él mismo quien nos cuente, abriendo su alma al lector, el duro camino que se ve obligado a tomar por amor, ese amor de novela que según él no existe en la vida real. No os voy a engañar, hubo momentos en los que sentí cierto rechazo por Ian, su forma de actuar y sus principios iban en contra de los míos, pero a medida que pasaba páginas me iba percatando de la transformación que iba sufriendo, empatizaba con él y me ponía de su lado, porque ver a un hombre como él, que ha jugado en tantas camas y con tantos corazones, caer rendido de amor y dejarse el alma y la vida para ser feliz, es cautivador.

Elizabeth Salaya será el gran interrogante de la historia. Poco sabemos de ella, que se muestra esquiva y distante, creando un muro que no permite que accedamos a ella. En muchas ocasiones su comportamiento me ha resultado incomprensible y contradictorio. Me hubiera gustado conocerla un poco más y despejar así muchas de las dudas con las que me he quedado, sobre todo con la ambigüedad que existe en la relación entre ella y un hombre muy importante en su vida.


Los personajes secundarios están también exentos de clichés y son fundamentales para el desarrollo de la trama. Me gustaría destacar aAudrey, la prometida de Ian, una mujer excepcional, bondadosa, cariñosa y todo corazón. He sufrido con ella a lo largo de la historia, sintiendo compasión por el amor tan loco e incondicional que sentía por Ian, injusto merecedor de semejante sentimiento. Edgar, mejor amigo de Ian, es muy parecido a él: un canalla infiel a pesar de estar casado. He tolerado mejor la actitud de Ian que la de Edgar porque Ian es sincero consigo mismo y para él no hay infidelidad si no hay sentimientos implicados, pero Edgar es mucho más cobarde en ese aspecto, y argumenta no poder resistirse a las mujeres.

De nuevo, nos encontramos con otra fantástica ambientación, alejada en esta ocasión a las tierras vascas (aunque con un leve guiño a ellas). Conoceremos Crystal Lake a la perfección, respirando por momentos el mágico ambiente otoñal que envuelve la novela, pero también nos veremos sumergidos en la vorágine que supone la carrera hacia la presidencia americana.

Ángeles tiene una pluma personal y sensible, llega al lector de una manera especial. En esta ocasión, construye una novela compleja, delicada y dura, en la que el amor va de la mano del perdón, la amistad y el dolor, y que nos deja un mensaje esencial: el tiempo es oro y, en cuanto menos te lo esperes, tu vida puede  cambiar por completo, por lo que has de vivir cada segundo al máximo, como si fuera el último.